El ataque contra el semanario Charlie (Charlie Hebdo, en francés) perpetrado por al menos dos cobardes asesinos ha conmocionado al mundo. Argumentando “hacer justicia por las ofensas al profeta”, descargaron sus armas contra los “peligrosos” periodistas, quienes únicamente contaban con sus lápices y bolígrafos para defenderse. Doce muertos y un número similar de heridos en menos de cinco minutos. La humanidad retrocedió siglos en esos cinco minutos.
Parece que el fanatismo musulmán se ha convertido en el escudo perfecto para cometer actos de naturaleza atroz como este. Estoy seguro que la mayoría de los musulmanes son personas pacíficas, honorables y fundamentalmente buenas. De lo contrario, el mundo no sería como lo conocemos actualmente, pues con más o menos un tercio de la población mundial profesando esa fe, si todos fueran violentos sería imposible un mundo como en el que vivimos.
Este atentado también ataco al Islam, le ha causado un gran daño, más grande que cualquier caricatura sarcástica que pudiera haber publicado el semanario. Irónicamente, lo que quisieron callar con balas lo han hecho más famoso. Hasta antes de este atentado, yo no conocía la existencia del semanario Charlie, mucho menos sus dibujos satíricos de Mahoma. Ahora me gustaría ver el trabajo de estos periodistas.
Cualquier fanatismo es peligroso, sea religioso, político o deportivo. Justificar la violencia por “convicciones” o “verdades reveladas” nunca ha dejado nada bueno. Imponer, por la mala, una visión de vida a otros lo único que genera es más violencia y rechazo. Algunos creen que es el camino más rápido para lograr los objetivos. Sin embargo, a largo plazo lo que se construye con base en la violencia sucumbe ante el rechazo que incuba la propia violencia.
Je suis Charlie
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