En la mente del guerrero Tlacaélel se libraba una batalla
más intensa que aquella que lo rodeaba en ese momento. El tiempo era exiguo y tenía
que encontrar una solución para alejar la derrota que se le venía encima en la
figura de los guerreros tecpanecas. Las tropas mexicas y sus aliados eran
obligados a retroceder en la batalla y todo parecía indicar que acabarían ahogados
en el lago.
Tlacaélel sabía que estaba en un momento decisivo para su
pueblo. Estaba a punto de perder la oportunidad de convertirse en el pueblo del
Sol, el elegido de los dioses. El pueblo al que se le habían reservado los
lugares privilegiados en el universo seria subyugado para siempre. Era urgente
retomar el espíritu de grandeza y luchar por su destino divino. Él mejor que
nadie sabía eso. Por algo era el supremo sacerdote de Cihuacóatl.
Veía correr a sus hermanos mexicas, veía correr a sus
aliados tlacopanes y tetzcucos. En su mente se agolpaban las imágenes del águila
devorando a la serpiente, con la que los dioses les otorgaban estos dominios.
Eran el águila, eran el ombligo de la luna, eran mexitli, eran México.
Con eso en mente, se levantó frente a sus ejércitos y los
arengo: “No corran hacia el lago, no somos cobardes víboras como nuestros
enemigos. Invoquemos la fuerza de nuestro dios Huitzilopochtli, gritemos el nombre
de nuestra tierra que nos da la certidumbre de ser los amos y señores de estos
valles. A cada paso tengamos México en el pensamiento, a cada golpe démosle el
impulso de México, este nombre es sagrado,
nos da la fuerza para vencer al enemigo y nos protege ante la derrota, esta
tierra es México y México se impondrá sobre los enemigos. ¡México, México, México!”
Al oír las palabras de Tlacaélel, los soldados de la triple
alianza comenzaron a corear ¡México, México, México!, dirigiendo sus pasos de
nuevo a la batalla, dando la espalda a la derrota y la humillación, peleando de
frente por su patria henchidos de poder mágico de su invocación a los dioses. ¡México,
México, México! El enemigo comenzó a perder fuerza con solo oír ese grito
poderoso, dejaron de avanzar y comenzaron a ser derrotados.
Fue el primer triunfo de México, palabra divina que infunde
valor, fuerza y espíritu para conquistar la victoria, arrebatándola de las
garras enemigas y triunfar a pesar de todas las adversidades.
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Inspirado en la narración histórica de Sergio Romano(Twitter @agendaromano) y Miguel de León-Portilla (http://www.letraslibres.com/mexico/tlacaelel-un-sabio-poder-detras-del-trono)