El atentado en contra del Secretario de Seguridad Pública
del Gobierno de la Ciudad de México el pasado viernes puso de manifiesto, una
vez más, el poderío de los carteles delincuenciales. Se le atribuyó de
inmediato al Cartel Jalisco Nueva Generación y se logro la captura de muchos de
los implicados en el hecho delictivo, que costo la vida de dos elementos de
escolta y de una ciudadana. La violencia generada en México tiene su raíz en la
guerra por territorios entre los grupos delincuenciales, no es una violencia
generada por su combate por las fuerzas del orden mexicanas.
Los gobiernos de Felipe Calderón Hinojosa y de Enrique Peña
Nieto se caracterizaron por combatir a todos los grupos por igual. En algunos
casos, los resultados causaron más impacto en algunos grupos que en otros, pero
el combate era en todos los frentes. El vox populi, siempre cargado del usual sospechosísimo
mexicano, era de que uno y otro estaban en contubernio con tal o cual cartel,
sin pruebas contundentes.
En el actual gobierno del presidente López, ese sospechosísimo
sí tiene pruebas contundentes de la preferencia hacia uno de esos grupos
delincuenciales: El saludo de mano entre el presidente y la madre de Joaquín Guzmán
Loera y la liberación del hijo de este cuando ya había sido capturado en Culiacán.
Esto es gravísimo por varios frentes. El primero, la capitulación
del Estado ante ese grupo para evitar que sigan con sus actividades delictivas.
El segundo, porque los otros grupos pueden interpretar esas deferencias como un
mensaje de alianza para proteger los intereses del Chapo. El tercero, al
volverse aliado del Cartel de Sinaloa el presidente puede ser considerado
enemigo de los demás. Y cuarto, porque el presidente insiste en que no hay
guerra y que no va a caer en provocaciones por el atentado en la Ciudad de México.
Ente esto, es imperativo que la seguridad del presidente López
sea reforzada y que asuma su rol como Jefe del Estado Mexicano y deje su
protagonismo de candidato en campaña. También es muy importante que deje de
poner en riesgo a las ciudadanas y ciudadanos que tienen que tomar los mismos vuelos
que él y use los medios de transporte que corresponden a una investidura
presidencial.
El presidente eligió bando y eso es peligrosísimo para él,
para la figura presidencial, para la democracia y para el país.
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